viernes, 2 de abril de 2010

Operación Condor.



El 28 de septiembre de 1966, dieciocho jóvenes estudiantes y obreros asestaron un golpe a la flamante dictadura de Juan Carlos Onganía: secuestraron un avión de línea, lo aterrizaron en las Islas Malvinas y allí izaron siete banderas argentinas que flamearon durante 36 horas. Reclamaron la soberanía sobre ese territorio y aguardaron que un sector del Ejército aprovechara esa irrupción y desembarcara en las islas para recuperarlas.

Partieron a la 0.30 del día 28 en un Douglas DC4 del vuelo 648 Buenos Aires-Río Gallegos de Aerolíneas Argentinas. Iban 48 pasajeros. Durante el vuelo, Dardo Cabo y Alejandro Giovenco, el segundo al mando, entraron armados a la cabina y ordenaron el cambio de rumbo al comandante Ernesto Fernández García. El piloto excusó falta de autonomía de vuelo. “Pero nosotros sabíamos que había combustible suficiente. Se le ordenó que tomara el rumbo 105 en Puerto San Julián y girara a la izquierda para abrirse del continente. Y lo hizo”, cuenta Karasiewicz.

Una hora después del aterrizaje, Cabo avisó al continente: “Operación Cóndor, cumplida”. Los medios de comunicación británicos y argentinos se hicieron eco del hecho, hasta el avión de un periódico intentó llegar a las islas, pero la Fuerza Aérea lo obligó a volver al continente. Cientos de militantes se movilizaron en varias ciudades y el flamante dictador, sobresaltado, se preocupó en calmar las intranquilas aguas diplomáticas, por entonces a cargo de su canciller, Nicanor Costa Méndez, el mismo de la aventura de Malvinas de 1982.

El reclamo de soberanía se había cumplido. De antemano, los integrantes del grupo sabían que en algún momento debían deponer las armas y luego morir o ser juzgados. Pero la esperanza era otra, un segundo objetivo aún más lírico: que militares nacionalistas desembarcaran en la isla y la tomaran.

“Ese objetivo logístico no se cumplió porque el capitán de la nave Bahía Buen Suceso, que debía entrar a buscarnos en Puerto Rivero, tuvo miedo y llegó hasta la milla de distancia que permiten las normas internacionales; fue una falla de Onganía”, interpreta Pedro. Es que cuando se conoció el operativo, el dictador advirtió a sus camaradas que se juzgaría a quien se vinculara con el operativo.

Por una mediación del cura de la isla, el holandés Rodolfo Roel, los pasajeros fueron alojados en viviendas civiles mientras los militantes resistían bajo una fuerte lluvia. Unos 30 mercenarios belgas e ingleses, policías y civiles armados rodeaban la nave y exigían la rendición. No hubo ningún disparo y, 48 horas después, la resistencia terminó. “No nos entregamos ni nos rendimos, ‘depusimos’ la actitud –enfatiza Karasiewicz—-. El reclamo de soberanía se había hecho y no tuvimos el apoyo de las tropas argentinas. Entonces, ante el comandante (Fernández García), la única autoridad que reconocimos, depusimos las armas.”

El jefe del Operativo Cóndor fue Dardo Cabo, por entonces de 25 años, una de las figuras más renombradas de la resistencia peronista, fusilado en 1977. Tambien fueron desaparecidos durante la ultima dictadura, igual que Pedro Cursi y Edgardo Jesús Salcedo. Juan Carlos Rodríguez fue asesinado por la Triple A. Aldo Omar Ramírez y Ramón Adolfo Sánchez fallecieron por causas naturales, una vez recuperada la democracia.

Once son los sobrevivientes: la compañera de Cabo, María Cristina Verrier, que hoy tiene 67 años; Fernando José Aguirre (60), Edelmiro Ramón Navarro (67), Andrés Ramón Castillo (63), Juan Carlos Bovo (61), Víctor Chazarreta (72), Luis Francisco Caprara (60), Ricardo Alfredo Ahe (60) años, Fernando Lizardo (60), Norberto Eduardo Karasiewicz (61) y Pedro Bernardini (69).

A todos ellos les rendimos homenaje

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